Cuando avanzaba por uno de los caminos laterales de tierra que discurren bajo los grandes árboles de las Tullerías estaba ya anocheciendo, y noté cómo poco a poco me iba invadiendo la tranquilidad. Respiré la fragancia de las flores de los castaños de Indias, observé a mi perro, que trotaba contento delante de mí, y por un momento tuve la sensación de formar parte de un cuadro de Monet, tan idílico era todo.
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