16 nov 2015

La voz dormida

La pequeña niña se encontraba absorta en sus pensamientos, cuando se percató de que en la arena había algo escrito, se acercó y se puse de frente a esas letras hundidas en la arena "Infinito".
En cualquier momento vendría una ola y borraría esa palabra de la orilla del mar, pero la pequeña María se sintió especial; era el momento de volver a casa.
Aunque se encontraba bastante lejos al principio de su camino, cada vez estaba más cerca de volver a su hogar, y sin quererlo, levantó la vista y vio el gran faro de su pueblo. Ya estaba muy cerca.
María caminaba por encima de las piedras, no eran como las baldosas amarillas que llevan a Ciudad Esmeralda, eran más bien negras y grisáceas, además, muchos plásticos se mezclaban con la arena y las piedras de la playa, como si el mar, harto de tanta porquería que depositaba el ser humano, hubiera vomitado todo para afuera, y ahora estaba en calma, azotado sólo por una leve brisa que daba el sonido perfecto para aquella tarde que estaba acabando.
Mientras la pequeña María disfrutaba de todos aquellos pequeños momentos, empezó a escuchar unas risas a lo lejos, y un martillo que golpeaba hierro.  A la niña se le agitó el corazón y comenzó a andar más rápido, casi a correr.
El faro ya no le quedaba lejos, y no le quedaba mucho tiempo antes de que el sol nos abandonara por ese día.
Sin más, una gran brisa empezó a surgir de la nada, y empezó a soplar el viento con fuerza, mientras el cielo se iba enrojeciendo por momentos.

María se había quedado muy quieta, no sabía porqué, pero una sensación extraña la invadió a la vez que la brisa la azotó.
Se empezó a sentir sin fuerzas, le faltaba el aire y le costaba respirar. Se arrodilló frente al mar, que volvía a estar en calma, intentando controlar su respiración, pero era inútil, se podía mantenerse despierta, y agazapada en la orilla del mar, María se quedó profundamente dormida.

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